miércoles, 22 de febrero de 2006

Después de lo virtual... El primer encuentro real


Autores: Amadeo Pellegrini y Ana K. Blanco

¿Qué peligros puede encerrar el primer encuentro cuando solamente conocemos a la persona por internet?

Los que solemos andar navegando por internet, en chats o grupos virtuales, conocemos mucha gente. Gente que un principio no tienen ni voz ni rostro, son solo un montón de palabras, de preguntas y de respuestas.

Ahora con las cámaras web nos podemos ver los rostros, hay micrófonos para hablar y parlantes que nos permiten oír nuestras voces. Y comenzamos a chatear: a este hombre le cerramos la pantalla porque se puso grosero, el otro no me cayó bien, y con aquel me quedé charlando por horas.

Y en los grupos virtuales pasa algo similar. Me anoto en un grupo, y decido si voy a ser integrante pasiva o activa. Si voy a ser pasiva seguramente me dedicaré a recorrer la lista a ver si puedo contactar a alguien que por sus datos sea lo que yo ando buscando y luego le escribiré o chatearé con él o ella. Y quizás lea algún mensaje que me suene interesante. Si soy una integrante activa, posiblemente vea cómo funciona los primeros días y luego me presentaré y me integraré al club, grupo o tablón, como prefieran llamarlo. Seguramente al principio me costará trabajo tomar el ritmo del resto de los integrantes, pero con el tiempo lo lograré. Allí conoceré gente, me llevaré mejor con unos que con otros, como en la vida diaria, compartiré ideas, etc. Y quizás yo me fije en alguien en especial o el otro se fije en mí y decidamos contactarnos en privado. Y aquí es dónde quiero llegar. Si pasado un tiempo decidimos conocernos… ¿qué riesgos corremos? Yo creo que muchos, y seguramente no los nombraré a todos, solo dos o tres:

- Riesgos físicos. Yo no conozco a la otra persona realmente. Aunque haya visto fotos, lo haya visto en cámara, haya oído su voz… en verdad no sé quién es, si me está diciendo la verdad o no. Puede mentirme y decirme que es lo que no es y el día del primer encuentro descubrir que esa persona no es lo que yo pensaba… y quizás sea demasiado tarde. Aunque admito que esto es muy poco común, pero es una posibilidad.

- Riesgos emocionales. Quizás la persona me diga que no tenga cámara y me mande la foto del tipo más guapo que me pueda imaginar y cuando nos reunimos el buen señor se parece a Mr. Bean. O me dijo que era de tal y cual manera y en la realidad es todo lo contrario. Por supuesto que yo puedo hacer lo mismo por diversión, por miedo al rechazo o por el motivo que sea. Las dos partes podemos mentir, porque de este lado de la pantalla yo puedo decir que soy la señorita perfección y como el otro no me ve, y aunque me vea no me ha tratado realmente, yo puedo decir que soy lo que se me ocurra, con tal de que el otro me acepte.

Ahora bien… ¿qué pasaría si las dos partes fueran sinceras? Quizás no lo sean en un principio, pero pueden llegar a serlo en el correr de los días.

Voy a contar aquí mi experiencia personal. El primer hombre que me ha nalgueado, lo conocí en un grupo de nalgadas. Él no interviene demasiado, pero sí lee los mensajes y yo le llamé la atención. O mejor dicho él me eligió supongo que por los dos motivos: por mi forma de ser y por vivir a pocos cientos de kilómetros uno del otro. Desde el primer mail tuvimos “química” y nos complementamos muy bien. A lo largo de los días los mails se hicieron más frecuentes y vinieron las conversaciones por chat y por teléfono… Después de alguna peripecia y por otro motivo, el encuentro se hizo realidad. Ese día (y los anteriores) mi estómago estaba lleno de mariposas y mi cabeza rebosaba de fantasías. ¿Cómo será? ¿Le gustaré? ¿Me gustará? ¿Y si me mintió? ¿Y si resulta ser un loco? No, me habría dado cuenta. Estoy corriendo un riesgo muy grande, pero me quiero arriesgar… etc.

Él vino a mi encuentro, en “mi” territorio, lo que me dio cierta seguridad. Pero apenas lo vi mis dudas se despejaron enseguida: era tal como lo había imaginado. Y en cuanto cruzamos dos palabras fue como si nos conociéramos de toda la vida. Ah! Y quiero agregar algo más: aún no sé su apellido, ni dónde vive, ni casi ningún dato de él, excepto lo que me quiso contar. No me hace falta conocer más… pero soy conciente que cuánto menos datos demos de nosotros mismos, mejor, porque a la otra parte no debería interesarle ningún dato personal. Si me preguntaran datos como nombres reales, apellidos, direcciones, números telefónico, etc… sospecharía mucho y por supuesto que no se los daría.

Quiero decir que con Alberto (ese es su nombre) seguimos manteniendo una bella amistad, nos mandamos mails, chateamos y charlamos por teléfono. El encuentro del nalgueo nos unió como seres humanos y como amigos del alma. No siempre estamos de acuerdo, pero creo que de eso se trata.

Otra cosa diferente, aunque con un resultado similar, me ha sucedido con Amadeo, porque desde los primeros mails él se mostró ante mí de una forma tan abierta que me sorprendió. Nunca imaginé que alguien me pudiera “regalar” datos tan íntimos como los que él me dio. Pero… no es tonto. Él supo conocerme por mis intervenciones en el tablón y se figuró como era yo, y luego de unos pocos mails confirmó que era así y decidió arriesgarse. Pero no siempre resultan las cosas tan bien y yo me atrevo a sugerir que jamás nadie proporcione ningún dato personal a un desconocido...

Amadeo y yo congeniamos desde antes de comenzar a escribirnos, claro que de eso nos vamos dando cuenta día a día, y una vez que hicimos contacto fue impresionante la buena onda y la excelente relación que se dio entre nosotros. Aún hoy me sorprende cuando escribimos un relato cómo interpretamos enseguida lo que quiere el otro. Es lo que se llama “empatía” ¿verdad Amadeo? .

Ana K. Blanco

Mi experiencia: Creo que Ana Karen tiene razón y puede haber quizás más riesgos o mayores de los que ella expresa, los contactos virtuales entrañan riesgo, como también andar por la calle caminando. Los peligros para una mujer quizás sean mayores; responder puede eventualmente llevarla a una trampa donde no uno sino varios la estén esperando con propósitos inconfesables.

Me cuesta generalizar en este tema porque en realidad tengo mucho menos experiencia que Ana Karen, no tengo cámara Web y no chateo casi con nadie. Entré a frecuentar Internet y a participar en forma pasiva en varios grupos, lo que me permitió formarme una idea de la manera como funcionan, de todos los que colaboraban con opiniones o relatos muy pocos llamaron mi atención, algunos hombres y sobre todo una mujer Ana Karen, obviamente.

La fui siguiendo durante un tiempo leyendo sus relatos, sus opiniones, observando su manera de expresarse y esos detalles que inconscientemente se ponen de relieve al escribir, porque ateniéndonos a palabras de las Escrituras: “de la abundancia del corazón, habla la boca” aforismo que encierra una gran verdad porque también escribiendo, a la corta o a la larga, vamos revelando jirones de nuestra personalidad. Me gusta comparar la escritura con las huellas dactilares, sin proponérselo uno las va dejando y esas “huellas” en el Chat permiten trazar después un identikit de la persona a la que frecuentamos por ese conducto.

Abreviando, fui trazando el identikit de Ana Karen y cuando lo tuve completo o creí tenerlo busqué indirectamente la forma de llamar su atención y mis expectativas se vieron ampliamente superadas bastaron unos pocos mails para entendernos y que naciera de allí una colaboración literaria con un ensamble poco común.

En síntesis resultó una experiencia magnífica, única. No voy a deshacerme en elogios sobre Ana Karen, en esta oportunidad sólo diré que respondió a todas mis expectativas y aun más.

Ciertamente no todos los casos pueden resultar de la misma manera. No obstante creo que los riesgos pueden reducirse si no minimizarse, destinando un tiempo prudencial de trato virtual antes de decidir tomar contacto personal. Hay cosas en general en las que resulta difícil mentir, entre ellos: los gustos personales, si yo digo que me gusta tal autor y no lo he leído o que me encanta el ajedrez y no se mover los trebejos, él o la persona que está del otro lado de la pantalla puede ponerme en apuros con preguntas que no sabré responder o cuyas respuestas pondrán en evidencia la falacia y si descubren una mentira en algo tan elemental, entonces duden, duden seriamente porque quien miente en asuntos triviales mentirá sin vacilar en temas más serios.

Es lo único que puedo decir a conciencia sobre este tema y recomendar a todos que tengan siempre presente los riesgos que existen.

Amadeo Pellegrini

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Es una muy buena noticia que la fructífera coaboración entre Ana K. Blanco y Amadeo Pellegrini, de mucho éxito literario en www.azotes.blogia.com haya recalado en este Blog con artículos reflexivos, bien escritos y que dan cuenta de las diversas realidades de la vida en el planeta spanko.

¡Muchas gracias!

Anónimo dijo...

Lógicamente, Ana Karen (y Amadeo), cualquier encuentro real (y recalco lo de "cualquier") tras un primer paso cibernético cuenta con unos riesgos que enumerásteis con mucha coherencia. Sólo encuentro, en este mundillo nuestro, un riesgo añadido a los de muchas otra temáticas, y no es otro que el hecho de que la persona a la que vas a conocer ya sabe algo de tu vida que normalmente no saben ni tus allegados. Me atrevería a incluir aquí, por tanto, el riesgo "moral" (llamémoslo así), que no es otro que la capacidad que tiene esa nueva persona, a la que apenas estás dando tu primer saludo en persona, de "hablar de ti" a los tuyos. Y ese es un gran riesgo que impide que a veces abramos nuestra identidad, como también comentábais, a esa persona.
Conozco muchos, muchísimos casos, de personas que tras un período más o menos largo de relación cibernética han llegado a conocerse en persona, y sin embargo, a pesar de que pueden hablar de cosas tremendamente íntimas entre ellos, guardan celosamente amigos, parejas, trabajos, y cualquier otro dato personal. Para mí, en muchas ocasiones, el riesgo que nombraba se encuentra detrás de esa decisión. Somos humanos, y tendemos a protegernos. Por lo tanto, y de algún modo, considero que el gran paso no es la decisión de conocer a la otra persona, puesto que normalmente se queda, para ese primer encuentro, en sitios públicos y con "garantías" y se decide si se "juega" o no a partir de ahí; sino más bien, la decisión de decir a la otra persona quién es uno de verdad, dónde vive, a qué se dedica... Ahí es donde la confianza se hace extrema, mucho más que al ponerse sobre sus rodillas.