martes, 24 de junio de 2014

Descubriendo emociones

Le quedan unos 200 Km para llegar a casa, pero sabe que no serán demasiado tediosos. Los acontecimientos vividos ese día, se agolpan en su cabeza y es típico de ella analizarlos uno trás otro. Su sueño de ser azotada, al fin se ha hecho realidad y todavía le cuesta creer que haya sido mejor de lo esperado. No sólo ha conseguido lo que tanto anhelaba, si no que ha descubierto reacciones en ella, de las que hasta ese momento no había sido consciente.
No se considera una chica tímida y le cuesta sonrojarse por algo, pero hoy ha descubierto el verdadero significado de la palabra vergüenza, justo en el momento en que su falda ha sido levantada y sus bragas bajadas sin miramiento alguno. Cuando los primeros azotes resuenan grandisosos en la habitación, el bochorno es aún mayor, solamente al pensar que alguien pueda imaginar lo que está sucediendo ahí dentro. Al principio, solo puede estar pendiente del sonido de los azotes que lo llenan todo, pero más tarde empieza a notar el calor intenso de sus nalgas, siendo el momento de decir adiós a tanto sofoco para empezar a retorcerse, patalear y quejarse. 
De la lucha al relax, sus nalgas se van calmando, aceptando de buen grado cada azote administrado. Comienza a sentir su sexo completamente empapado y sus gemidos son ahora de placer, ahogando el seco ruido de los azotes al caer. Jamás se había sentido tan obscena y ardiente, y lo mejor es que le gusta.
Él para en ese momento y se dedica a masajear las nalgas de ella, teñidas del mismo tono que antes cubría su rosotro. Cuando la ayuda a incorporarse, no puede evitar abrazarse a él, como esperando un consuelo que no necesita. Se siente pequeña, sensible, sosegada. Toda esa tensión y hostilidad que parecen acompañarla en cada momento del día, han desaparecido. 
Una experiencia emocional, en la que todavía intenta comprender, como su total rendición la ha llevado a la liberación que tanto buscaba.




Autor: Marita Correa


sábado, 21 de junio de 2014

martes, 17 de junio de 2014

Castigo injusto

kate barry


En el rincón, allí estaba yo (una vez más) tal como él me había ordenado que estuviese aquella noche, hasta su vuelta del trabajo. Decía que era un castigo muy merecido y que por ser así, no usaría un implemento de los conocidos, sino que compraría algo nuevo y original, algo especial para aquel momento. No tenía ni idea a que instrumento se podía referir, así que además de la ansiedad por el castigo que se avecinaba, me estaba volviendo loca pensando que chisme es el que tenía en mente, aunque de lo que estaba segura, es que no me iba a gustar nada.
Pasaba más de una hora frente aquella pared y él no llegaba, así que harta de muro, decidí esperar agazapada tras las cortinas a que él regresara. Tras una larga espera, al fin el coche aparecía al final de la calle, momento en el que salí disparada hacia el rincón.
Cuando llegó a casa no vino a la habitación derecho, trasteó en la cocina y también pasó unos minutos en el salón, me quiere hacer sufrir, pensé, mientras los nervios me devoraban por dentro.
Al fin entró en nuestro dormitorio, se acercó despacito a mí y susurrándome al oído me dijo: "Eres una dama con suerte, el castigo se cancela".
Con cara de sorpresa me giré hacia él. Entonces me contó, que había habido celebración en el trabajo, así que entre charlas y cervezas,  ya no tuvo tiempo de comprar “el juguetito”, por lo que el castigo tenía que ser aplazado.
Bastante alterada por el tiempo que me había tenido allí de pie (más el que pasé escondida), y también algo frustrada,  le dije que eso no era una excusa válida, que esta vez había sido él, quien había fallado en sus obligaciones, por lo que retrasar el castigo no era suficiente y que debía ser anulado.
Como ante esto, él no tenía defensa alguna,  enseguida recurrió al socorrido recurso de que si había quejas, se doblaría en número de azotes, y sin más, se fue al salón y se puso a ver la televisión.
Así que ahora confusa, decepcionada y sobre todo furiosa, sigo analizando la situación y considero que este castigo está fuera de lugar y no es nada justo. Y vosotros ¿qué opináis?




Autor: Marita Correa


viernes, 13 de junio de 2014

Esta semana Marita recomienda

YO SPANKEE
Mojándolo todo
Inspiración y deseo

 
AMO WHOR
Médicos 
Cómo ha cambiado el juego
BDSM PARA INEXPERTOS
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Experimentando sensaciones

SOLO UNA MIRADA
A veces odio ser sumisa 
Pero sólo a veces

AMANECERES
Vamos de erotismo 
Mujeres valientes

DIARIO DE LOS TACONES ROJOS
Wild wild sex
No nos quedemos con las ganas
 AZOTES Y NALGADAS
El spanking en la literatura 
En este artículo de abril de 2005, Granuja se preguntaba algo que posiblemente todos los spankos nos hayamos preguntado alguna vez






Autor: Marita Correa


miércoles, 11 de junio de 2014

Azotes artísticos (azotes sobre el puente)

Autor: Marita Correa
Él: Sobre el Puente de Aviñón se azotaaa se azotaaa... Sobre el Puente de Aviñón se azotaaa se azotaaa... (parodia de canción popular francesa)               Ella: ¿Pero? ¡si no es Aviñón!              Él: Bahh, es un puente                   Ella: ¡Déjame gilipollas!




martes, 3 de junio de 2014

No te quites las bragas si no quieres

Autor: Fer

Hemos escrito hasta la saciedad sobre ese momento sublime en el cual el Spanker baja las blancas braguitas de la spankee, a la cual previamente le ha levantado la falda todo ello en la posición OTK, como un momento en que parece que el mundo se detiene...

Sin embargo por la razón que sea la spankee no quiere bajarse o que le bajen las bragas. No es el momento. Si el Spanker es un caballero, accederá aunque sea de mal grado y azotará de todas maneras ese culito rebelde con las braguitas puestas.



lunes, 2 de junio de 2014

Sutil

equinox


Raramente lo he escuchado gritar, su voz es tranquila pero exigente. Sus palabras no están cargadas de ira o agresividad, sin embargo me impresionan, teniendo el poder de paralizarme. Veo que conforme va avanzando nuestra relación, cada vez necesita decir menos, sus expresiones, su postura, sus ojos, dicen todo lo que necesito saber. Un silencio que puede resultar ensordecedor.
Él, con su sutil autoridad,  logra desarmarme, dejarme sin argumentos y hacer que me rinda a sus pies.




Autor: Marita Correa